Hacía muchísimo tiempo que quería ir a este restaurante de breakfast and lunch only.
Esta al lado de casa y tiene muchísima fama. Pero como pasa con millones de cosas, cuando las tienes a la vuelta de la esquina, parece que pierden un poco el atractivo o simplemente piensas "puedo ir cualquier día".
Hace un par semanas, y después de llevar un año y medio viviendo en Chicago sin haberlo probado, mi marido y yo decidimos que ya no podíamos ¡posponerlo más!
Uno de los inconvenientes del lugar es que SIEMPRE está lleno. De hecho en fin de semana las colas son 1 o 2 horas, si es que llegas a tiempo de que te puedan sentar. Aprovechando nuestra estresada vida de estudiantes optamos por ir entre semana, aunque aún y así tuvimos nuestros 15 minutos de espera.
Tienen un menú muy amplio, a muy buen precio y con raciones enormes. Todas las opciones imaginables con huevos; desde todo tipo de benedict, pasando por miles de tortillas o revueltos; sandwiches variados y miles de opciones dulces; pancakes, crepes, waffles, fruta... Algo a lo que no me acostumbro es a su manía de mezclar dulce y salado. Los yankees en general piden todo a la vez y alternan mordiscos de huevos con bocados de crepes con chocolate y ¡no puedo entenderlo!
Yo para variar opté por mi safe option y pedí unos benedict con bacon y espinacas; y mi marido una versión muy española con ¡chorizo picante!
Al ir solos los dos y cada uno pedir su plato, no llegamos a probar ninguna opción dulce pero la verdad que algunas tenían muy buena pinta. Como muchos de estos sitios de raciones inmensas, dan más de sí si vas en grupo y pides más variedad, pero aún así ¡mereció la pena!
La comida está muy buena y es un brunch auténtico sin ninguna duda. Eso sí, aquí no busquéis un sitio cool ni fancy, esto es ¡american brunch en estado puro! Muy rico y funcional pero con poco glamour.
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